Este álbum significa el comienzo de una etapa en la cual Carlos Santana, se empieza a desvincular un poco de las influencias del Jazz, el Blues y los elementos latinos para empezar a crear algo más orientado hacia el Rock clásico. Aunque sin embargo, detrás de Moonflower pareció a algunos fans un poco decepcionante.
No obstante, este álbum se mantuvo en las listas debido a algunos de sus singles como Open Invitation o la fantástica One Chain (Don’t make no prison), por más tiempo que cualquier otro álbum de Santana desde 1971.
Pero ademas de estos dos relevantes y magníficos temas Santana se atrevió a versionear varios temas clásicos de los sesenta como la inaugural Dealer, de los míticos Traffic o la eterna Well all right de los Blind Faith reviviendo así el espíritu de Steve Winwood, muy olvidado por aquello tiempos.
En el resto del album la guitarra de Santana recupera el filo para “Open invitation”, o la instrumental “Life is a lady” donde hurga en esas notas largas y efectistas marca de la casa (puede que Camel la tuvieran en mente seis años más tarde al escribir “Stationary traveller”) y tanto la estupenda “The facts of love” como “Wham!” orillan los teclados blandos para recuperar el pulso tropical y afrocubano. Y al final resulta que el disco sepultado en la memoria personal y colectiva resiste, desde esa evocadora portada gregaria en blanco y negro, al paso de los años.
Tal vez esta fue uno de sus últimos grandes albumes ya que durante la década siguiente Carlos Santana bordeó el desastre continuamente con discos que nunca llegaban a sobresalir de manera especial, pese a su innegable calidad.
Tiene algo de intrigante, en realidad, la trayectoria de este músico, capaz de arrancar con cuatro discos fabulosos (no sólo “Abraxas”, el más célebre; la espiritualidad conceptual de “Caravanserai”, tantas veces infravalorado, ) para luego perderse en meandros infinitos.
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